Éste es uno de esos libros que andaba por casa y que de vez en cuando hay que acordarse de leerlos que si no se acumulan mirándote solitarios desde la estantería.
Título:
Cuatro días de enero
Autor:
Jordi Sierra i Fabra
“Barcelona, 1939: cuatro días
antes de la ocupación franquista, un inspector republicano deberá resolver su
último caso.
En pleno caos previo a la inminente entrada de los nacionales en Barcelona, el inspector Mascarell afrontará el caso de la misteriosa desaparición de una joven. Aunque todo está perdido, el inspector pretende llegar hasta el fondo del asunto, pero se topará con las altas esferas de la ciudad, que están preparando la llegada de los vencedores# Un intenso retrato de una Barcelona hambrienta, triste y aterrorizada, y una hermosa historia de amor en medio de la desolación.”
Se trata del primer libro de la larguísima saga de los casos del Inspector Mascarell, que ya tiene más de diez entregas. En él, seguimos a un inspector de policía jubilado en la Barcelona de la post-guerra civil. Éste, como si de un Colombo cualquiera se tratara, se ve implicado en casos que debe resolver a contrarreloj, siempre de un lugar a otro de la ciudad.
Y
es que en este caso la ciudad se convierte en un personaje más. Mascarell tiene
que pateársela de cabo a rabo infinidad de veces en sus novelas. O va en taxi,
encontrándose conductores cada vez más extravagantes de los que siempre se
entretiene a hacerte un informe completo cada vez que coge uno. Como alguien
que se ha criado en Barcelona, me hace mucha gracia reconocer los sitios adónde
va y comprobar cómo han cambiado las cosas en este puñado de años. En este
caso, tenemos a una ciudad en pánico. La guerra se ha perdido y los golpistas
están a días de llegar a Barcelona y tomar el poder. La gente huye con lo que
puede, las ratas salen de sus escondrijos y ya nada importa en un mundo que se
acaba.
No es ni mucho menos el mejor momento para investigar un asesinato – uno de tantos – pero para eso está el Inspector Mascarell. Se trata de un policía honesto - ¿el último que queda en la ciudad? – que, en un mundo que se desmorona, no puede evitar hacer otra cosa que hacer su trabajo y desentrañar un caso de asesinato. A medio camino entre su incapacidad de hacer otra cosa, servir como una muda forma de resistencia o su estúpida necesidad de hacer lo correcto, sabe que tiene un caso que resolver y eso es lo que importa. Aunque los nacionales estén a la vuelta de la esquina, él es un policía y hace lo que debe hacer la policía.
Hay varios personajes secundarios, como la mujer del Inspector, un periodista que ha decidido quedarse en la ciudad y sobrevivir como pueda, la portera del edificio… Pero es sobretodo Charo la que acapara más atención. Servirá como personaje recursivo en el futuro (ya os voy dando pistas), pero aquí se trata de una chiquilla de apenas dieciséis años a la que le han tocado malas cartas en la vida. Son malos tiempos para todos, pero sin padres, sin trabajo, una hermana pequeña a la que cuidar y una guerra a la vuelta de la esquina es más que suficiente para desmoralizar a quién fuera. Pero Charo está dispuesta a lo que sea necesario para prosperar. Siempre manteniendo su callada dignidad y lo que ella considera decencia, es muy echá’palante, metiéndose en más follones de lo que debería.
La acción se sitúa justo antes de que el ejército tome la ciudad. Así, todos los personajes se mueven con fatalismo, como una comunidad que se sabe derrotada y deambula sin rumbo, habiendo perdido cualquier objetivo en la vida. Esa desesperanza se halla reflejada con brillantez, contrastando con la callada tozudez de Mascarell, que busca resolver un último caso. Choca ante la incomprensión del resto de la gente, que no concibe como puede “perder el tiempo” ocupándose de ello cuando la guerra está perdida y bastante podrá hacer con sobrevivir una semana más. Me hace especial gracia cómo él se muestra incapaz de explicar el motivo, más allá de que “es lo que debe hacerse”.
Luego está el caso en sí, lo que sería un “simple” asesinato se vuelve una tarea contrarreloj ante la ominosa amenaza de la llegada del ejército golpista, que dará al traste con cualquier esperanza de encontrar al culpable. Se percibe la intensidad y la desesperación del inspector por el poco tiempo disponible y su búsqueda de hacer justicia, a su modo. Quizás su resolución peca de obvia, pero podemos entender que el fulcro del libro no se haya en quién lo hizo, sino en aprovechar el discurrir de Mascarell por las calles de Barcelona para describir el ambiente de la ciudad.Esto no quita que el ritmo al que se mueva la novela es muy vivo, pasando rápidamente de un lado al otro, siempre ante sucesos que tienen interés. Así, nos invita a seguir leyendo y pasar páginas rápidamente, lo que permite acabar el libro en un suspiro.
Una novela negra ambientada en mi ciudad, con un personaje interesante, un caso
a desentrañar y una amenaza inusual. Esta primera entrega me ha vendido la
saga. Vendrán más aventuras del Inspector Mascarell, seguro.
Nota:
8
Nota goodreads: 3.89/5