lunes, 8 de diciembre de 2025

La ballena

¡Cómo le gusta a Hollywood las historias de redención y vuelta a los infiernos! Brendan Fraser fue un sex-symbol a los veinte, desapareció del mapa y ahora a los cincuenta es bienvenido de nuevo en la industria en una película que lo recuperó del anonimato y le permitió recoger un Oscar (parece que nadie se acuerda de los abusos sexuales recibidos, las depresiones ocasionadas, etc.).

Como suele ser habitual en las películas de Darren Aronofsky, tenemos a un sufridor protagonista en una situación límite (Cisne Negro, Requiem por un sueño), del que contemplamos la degradación que la ha llevado la vida y cómo se arroja (o no) por el sumidero de la locura. Aquí tenemos a Charlie, un profesor de creación literaria (a distancia) homosexual y obeso mórbido. Parece haber tirado la toalla en su vida, lanzado hacia un viaje de autodestricción sin retorno. Como en Leaving Las Vegas, no tiene planes más allá de esta cena. Le anclan a este mundo sus alumnos (que no le han visto nunca), su única amiga y cuidadora Liz y el repartidor de comida a domicilio, que le aportan un mínimo de propósito para seguir vivo un día más.

Este dramonazo sería bastante insoportable sino fuera por el morrocotudo trabajo de Brendan Fraser. En uno de los Oscars más cantados de los últimos años, se las arregla para transmitir su sensibilidad, sus miedos, haciéndote partícipe del infierno que ha sido su vida y las pocas esperanzas que tiene para su futuro. Fascina al espectador y transforma la pornografía emocional en un espectáculo digno de verse. No podemos olvidar de ninguna manera el trabajo de Hong Chau, la única amiga que le queda a Fraser, que soporta vejaciones y humillaciones sólo por el aprecio que le tiene a su compañero. Conmueve su impotencia la hora de no poder evitar que Fraser se hunda cada vez más y más en la mierda. Detacaría también el papel de Sadie Sink como hija del protagonista, que no sabe gestionar el amor/repulsión que siente por su padre. Aranovsky sabe qué quiere y sabe dirigir a su elenco, no es algo nuevo en ese sentido.

 

Lo que también tiene el director es gusto por mostrar la degradación y el sufrimiento. Se le ha acusado numerosas veces (y con razón) de acercarse más a la pornografía emocional o al terror más que al drama. Tira de efectismos para retorcer tus emociones, como la extraña relación con el pizzero, los problemas para ir al lavabo o la manera de castigarse devorando la comida. Fraser es quién marca la diferencia y cautiva a pesar de las manipulaciones de la película. Compro su sufrimiento, la culpa que desprende el personaje, su autoodio y la incapacidad del mismo que creerse merecedor de un mínimo de afecto. Para él la redención hace mucho que quedó atrás y sólo queda dar un carpetazo con un mínimo (o no) de dignidad. Asimismo, esto no impide que veamos la bondad del personaje, cuyo brillo de los ojos que se le aparece cada vez que se habla de Moby Dick o su hija parece apreciarle por unos segundos es enternecedor.

También hay que destacar el trabajo de maquillaje que se realiza con Fraser. No estaba TAN gordo en la realidad, pero se le añaden quilos de lorzas para aumentar la desolación. Eso no impide que Fraser se mueva con naturalidad (ejem) o gesticule todo lo necesario para su actuación.

Y luego está el final SPOILER Parece claro que muere. Pero ¿Cuándo? ¿Le da tiempo a oír el ensayo de Ellie? ¿Ya está muerto y esto es sólo una despedida tierna de su alma? Aronovsky juega a ser críptico con ello, pero yo voto con que es a la conclusión que se deja ir. O al menos eso me gusta creer. FIN DEL SPOILER

¿Quieres ver a un actor hacer las cosas BIEN? ¿Eres capaz de soportar 2h con las desventuras de un hombre que se autodestruye porque es incapaz de no hacerlo? La ballena impresiona, deja una sensación desoladora y contiene tantos efectismos que es fácil salir volando de la película. Por otro lado, Fraser hace un trabajo tan bueno que compensa casi cualquier sufrimiento. Otra cosa es que esto no sea lo que quieres ver, pero bueno.


 Nota: N/A

Nota filmaffinity: 7.1 

viernes, 5 de diciembre de 2025

Elvis

Recuperamos un poco el tono hortera y desmesurado y vamos a darle un puñado de brilli brilli. Baz Luhrman y su Elvis no dejan indiferente a nadie.

Elvis Presley es una de las estrellas más míticas de la imaginería estadounidense de los 60-70. En esta película se repasa su vida y su música, siguiendo el punto de vista del Coronel Tom Parker, su mánager a lo largo de su exitosa carrera. Así, seguimos su vida desde su descubrimiento a su muerte, pasando por su meteórico ascenso a las estrellas, revolucionando a la bienpensante sociedad del momento. No se olvida de la influencia de Priscilla Presley ni del efecto de su música a la hora de lidiar frete a la presión social, el conservadurismo y el racismo imperante.

En sus dilatados 160 minutos, repasa casi todas sus grandes canciones y muestra la evolución del artista, regodeándose en todos los excesos habidos y por haber. Hace especial hincapié en los problemas que tiene Elvis para gestionar la fama que acarrea su éxito. Él sólo quiere cantar y gozar la vida a lo grande, pero tiene que enfrentarse a la continua presión de un escenario atronador, los tejemanejes de su mánager, su familia, sus amigos… que lo único que quieren es sacar tajada de una gallina de los huevos de oro que no se entera muy bien de lo que ocurre entre bambalinas.

Me costó mucho abordar esta película ya que el director es Baz Luhrman. Aquí ya he comentado anteriormente lo poco que me gusta el histrionismo de este director, con una puesta en escena sobre estimulada, en la que no cabe espacio para la contención. Este gusto por lo hortera ya me resultó desagradable en El Gran Gatsby, por ejemplo. No me presentaba yo muy optimista, pero por una vez, me inclino a reconocer que ha encontrado una historia que justifica todas sus idas de olla visuales (la segunda, que también existe Moulin Rouge).

¿Qué encontramos? Una biografía un poco asín asín de Elvis Presley, la mayor estrella de la música en el EEUU de los 60-70. En una vida repleta de excesos, descontrol, lentejuelas y buena música. No se centra tanto en cómo triunfa sino en su depresión y lo poco que puede disfrutar de su éxito, incapaz de resistir a las presiones de un manager que lo quiere exprimir al máximo y una familia que sólo piensa en cuánto dinero puede sacar de él.

Lo que sí hace es ir a toda mecha. A pesar de sus casi tres horas, cuenta muchas cosas y, al mismo tiempo, siente la necesidad de hacer un videoclip super molón de cada canción famosa. Por momentos se vuelve agotadora, sin tiempo para respirar y con todos los dejes de Luhrman, es decir: lucecitas y lentejuelas por todos lados, toneladas de brilli brilli y una cámara que no sabe estarse quieta. Pero cómo esta vez la vida de Elvis y los videoclips molan un huevo, pues no me hace salir volando como otras veces. También se debe añadir que el trabajo técnico (montaje, sonido, etc.) es impresionante. No he mirado el presupuesto, pero apostaría que nunca ha gozado de tanto músculo financiero como aquí, y vaya si se queda a gusto. Remarco sobretodo la calidad en los vestuarios, tanto adaptándose a las épocas (1940=>1970), como todos los trajes de Elvis, sus peinados y sus chorradas.

El desbordarme horterismo y el ritmo alocado debería explotar en la cara del director, pues no propone un ejercicio fácil. Por suerte para él, tiene a tres protagonistas en estado de gracia que soportan todo lo que les echen encima. Austin Butler se mimetiza como Elvis de la mejor manera, Tom Hanks se sale haciendo de “malo” por segunda vez en su carrera (en ambos casos como representante de cantantes ^^) y Olivia de Jonge sirve magníficamente de ancla moral intentando hacer bajar a la realidad al loco del artista. 

Me hace especial gracia el esfuerzo que realiza para mostrar la revolución que supone para el público (blanco) la aparición de una estrella carismática de este calibre (blanca) de un género típicamente negro, como si lo hubiera inventado él, como mostrando a la sociedad bienpensante que ahora ya pueden disfrutar del rock sin que sea algo pecaminoso. En ese sentido funciona también la reacción histérica de las fans y la indignación de las mentes “decentes” ante los lúbricos movimientos del artista. Resulta enternecedor hoy en día (aunque sea verídico).


La calidad detrás y delante de las cámaras fue reconocida por la lluvia de nominaciones a los Oscar (película, actor, sonido, diseño de producción, fotografía, maquillaje, vestuario y montaje). No se llevó nada en un año dominado por Todo a la vez en todas partes. A fin de cuentas, es el ejemplo típico de una película que acaba así, todo muy bien hecho, pero…

Elvis es un monumento al exceso sobre una vida repleta de excesos. Puede resultar agotadora y desagradable, con un porrón de efectismos y una lluvia de estímulos que te dejan tonto. No obstante, el trabajo actoral, un despliegue técnico formidable y un montaje vibrante se las bastan para que sea un espectáculo de bandera.

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.8 

viernes, 24 de octubre de 2025

Plan 9 del espacio exterior

En este sándwich de manjar entre dos cutreces de las gordas, nos toca la otra parte del pan. A la cutredad más conocida de Hollywood en el siglo XX. Plan 9 del Espacio Exterior es la película canónicamente considerada como mejor ejemplo de lo que NO debe hacerse al rodar.

Edward D. Wood Jr. es comúnmente considerado por Hollywood como el peor de sus directores de la historia. Sus obras están plagadas de incompetencia, decisiones cuestionables y poco gusto. Sin embargo, esto no implica que Wood tenía algo que no todos tienen: pasión por el cine. Creía en lo que hacía, lo daba todo por sus películas a pesar de su absoluta falta de talento. Este ¿carisma? es lo que ha convertido sus películas en accidentes inolvidables, verdaderas comedias involuntarias que han quedado en el imaginario colectivo de los cinéfagos más talluditos.

Plan 9 del espacio exterior es la más famosa de sus películas, la que rodó con más presupuesto – ejem – y la que supuso su canonización definitiva como incompetente mayúsculo. Para añadir más sal a la herida, contó con la aparición póstuma de un Bela Lugosi que se murió antes de acabar el rodaje, siendo sustituido de manera vergonzosa por otro actor al que se le tapa la cara. También cuenta con la participación de Vampiria, una estrella en horas MUY bajas, que tiene un papel muy extraño por su negativa a hablar en una película del director.

El argumento mezcla una invasión alienígena con zombies y vampiros en una suerte de trama delirante con poco sentido y menos gusto. Esto, obviamente, no contribuye a esconder que los errores brotan por doquier. Se hace imposible listar todos los tipos de errores que comete, siendo más fácil decir que comete todos y ya. Actuaciones que dan pena, efectos especiales de cinexin, montaje repleto de encabalgamientos y objetos que cambian de sitio, maquillaje vergonzoso… en fin, todo.

Sin embargo, se percibe amor entre tanta incompetencia. La película es horrible, pero Wood le pone todas las ganas del mundo y, de alguna manera, se nota. Como si de un tren descarrilando se tratara, se hace difícil no querer seguir viendo la película para ver cuál es la nueva estupidez que te van a arrojar a la cara. Es tan carismáticamente espantosa que se hace querer, muy a su modo.


Con los años y la reputación de su director, Plan 9 del Espacio Exterior se ha convertido en un icono. Hay tantas cosas mal aquí que se vuelve fascinante, canonizando así las características del cinebasura.

 

Nota: N/A

Nota filmaffinity: 4.4 

lunes, 20 de octubre de 2025

Así se pierde la guerra del tiempo (Amar El-Mohtar, Max Gladstone)

Pongámonos un poco más líricos. Estamos con un libro leído como parte de un burrín (gracias Ghaz!)


Título: Así se pierde la guerra del tiempo

Autor: Amal El-Mohtar, Max Gladstone

Título original: This is how you lose the time war

Traducción: Christian Rodríguez

“Entre las cenizas de un mundo moribundo, Roja encuentra una carta con la inscripción: <<Quemar antes de leer. Firmado: Azul>>.

Roja y Azul, dos agentes de facciones rivales en una guerra que se extiende más allá de los confines del espacio y el tiempo, inician una correspondencia prohibida. A medida que se mueven por los hilos del tiempo dando forma al pasado para adecuarlo a los intereses de su facción, lo que empezó como un desafío, un intercambio de pullas en el campo de batalla, se va transformando en un peligroso juego que tanto Roja como Azul están decididas a ganar. Porque ahí fuera se está librando una guerra, y alguien tiene que ganar. En eso consisten las guerras, ¿no?”

Tal como ocurría en la Guerra del Tiempo de Fritz Lieber (cuyo punto de partida es una obvia inspiración), no tenemos una novela típica con un argumento y una guerra en la que el devenir del universo está en juego. Esta no es la onda. No hay (apenas) páginas que nos expliquen cuáles son los bandos, porqué se están atizando ni qué está en juego. La descripción del mundo es mínima y el trasfondo no le interesa a los autores. NO es ese tipo de libro. 

¿Y qué SÍ es el libro? Es… bueno, difícil de procesar. Se acerca más a la poesía que a la novela y, quizás en otra línea temporal o en otro tiempo de mi vida, me hubiera tocado las narices. En este caso, me ha encantado. Así se pierde la guerra del tiempo es intensa, pero en el buen sentido. Es un libro de belleza sostenida, lleno de lirismo, pero también funciona como un mosaico de una novela, contado a base de mandobles, de estocadas brutales, hiriendo a base de vertiginosas acrobracias de prosa. A pesar de su reducida longitud, no lo describiría como lectura ligera de ninguna manera. Más bien se trata de una obra que te obliga a poner atención y te invita a participar. Si estás aquí – parece decir – tienes que estar preparado para estar aquí.

Estructurada a base de epístolas, conoceremos a las dos paladines de su bando a través del contendido de las notitas que se van mandando. Los tonos de odio iniciales se transforman a poco en el respeto que se tiene a los enemigos enconados pero, una vez se conocen, surge la empatía, el aprecio y con el tiempo, se van perdiendo las ganas de luchar (o, quizás, cambian los motivos por los que seguir alzando las armas).

No abraza la ciencia-ficción para explicarnos los viajes en el tiempo, ni se esfuerza mucho en describir los detalles del mundo. Gladstone y El-Mohtar se ciñen a dejar fluir lo justo para que podamos comprender cómo funciona cada personaje:

Roja proviene de un futuro tecnológico, una suerte de creación de un Adeptus Mechanichus en busca de su Omnissiah. Es rápida de pensamiento, pragmática a niveles extremos, siempre con una practicidad y una letalidad más allá de toda medida. Eso se aprecia tanto en sus actos como en el estilo de sus cartas, de un laconismo extremo. Por su parte, Azul viene de un mundo que parece un paraíso natural, en el que todo está vivo – incluidas las herramientas – y todo, como la vida misma, fluye en sintonía con su alrededor. Y como la vida misma, es letal y descarnada cuando la situación lo requiere, pero tanto sus actos como su prosa es florida, orgánica, como si de una danza se tratara, con ese barroquismo propio de aquello que está vivo y germina (casi) sin control.


Esta mezcla caótica de elementos rodea al lector desde el primer momento: El alzamiento y la caída de múltiples Atlántidas, la imponente cantidad de líneas temporales involucradas y – sobretodo – la desesperanzada imposibilidad de obtener una victoria por parte de ninguno de los dos bandos. Esto convierte a esta inesperada historia de amor en una tragedia más allá de la vida. Aunque habrá sido una pesadilla en su traducción, me veo muy obligado a felicitar a la persona responsable de tamaño trabajo, respetando en gran medida el desbordante lirismo de la obra original (me he molestado a buscar y jo-é). Así se pierde la guerra del tiempo es un torrente de hallazgos narrativos, cuya prosa alardea mientras se habla de deseo, permanencia, miedo, supervivencia y libertad. El resultado es una obra que se lee como una danza intrincada, un tira y afloja dialéctica tan exigente como fluido a medida que se sucede la correspondencia de las protagonistas.

La Guerra, hasta cierto punto, no tiene apenas importancia. Es un escenario de fondo en el que se muestra la tragedia de la incomprensión. Primero entre ellas y, luego, cuando el amor se ha cimentado, la del resto de sus respectivas sociedades, que no podrán comprender esta relación. ¿Qué futuro tiene un amor así? ¿Por qué desear cuando sólo va a causar dolor y tiene consecuencias para ti y la otra persona? Así, se explica o se comprende la rebelión que las dos guerreras realizan contra lo que se espera de ellas, conscientes de no poder luchar contra el flujo del tiempo, que sólo les queda la tragedia. Pero no dejéis que esta condenación os engañe, este libro no es – para nada – un libro triste. La historia de Roja y Azul enamorándose a través del tiempo me ha tenido más tiempo sonriendo que llorando. Me ha encantado conocer a estos personajes y me gustaría mucho saber más de ellas.

Dioses, ¡qué pedazo de viaje! Así se pierde la guerra del tiempo requiere esfuerzo del lector, pero el premio es de los bonitos. Más que una novela, tenemos un baile, una danza demencial a través del tiempo. Los protagonistas viven al límite, sus diálogos esconden más de loque parece, conteniendo desafíos inesperados para unos y otros. Quizás lo mejor es dejarse fluir, no intentar abarcar todo, sino sumergirse una y otra vez en un estruendoso viaje que repleto de quiebros y requiebros.


Nota: 9

Nota goodreads: 3.95/5

lunes, 13 de octubre de 2025

Frío como el acero

Una de estas cosas de Movistar que ves sin ganas una tarde en que no te puedes mover (mucho) del sofá.

La portada ya indica dónde estamos: Toca una de tíos duros de finales de los ochenta. Aquí, esta mole rocosa e inexpresiva es un policía poco dado a mantener las formas que debe infiltrarse en una banda de moteros sospechosos de tráfico de drogas. Cómo es el más duro de los duros, se hará pronto con la confianza del líder, enterándose de que están preparando un atentado contra el Gobernador del estado (o algo así).

Una más dentro de la recua de imitadores de las películas de Stallone, Chuck Norris y Charles Bronson. Aquí tenemos a Brian Bosworth, ex NFL al que convencieron de que podía tener éxito como actor de acción (no).

A la dirección tenemos a Craig R. Baxley, originalmente coordinador de tiroteos en películas de acción que luego se pasó a dirigir sus propias películas para hacer todas las tonterías que le apetecieran. Como lo que sabe es dirigir explosiones, peleas y balaseras, es lo que se dedica a poner a lo largo de la película. Eso de meter una historia con sentido, dirigir a los actores o que la trama tenga algo de coherencia, bueno, menudeces…

Sin embargo, dentro de tontería, esta macarrada es bien consciente de que no te la puedes tomar en serio. Por ello, aboga por entretener a base de frases lapidarias sin control y venirse tan arriba que te acaban arrancando una (ligera) sonrisilla de incredulidad. Reconozco que no vi venir el crescendo de “estamos moviendo unas bolsitas” a “vamos a matar al Presidente” que se gastan aquí. Pero bueno, tiene el acierto de que los tiroteos se suceden a buen ritmo para rellenar sus exiguos 88 minutos (letras incluidas). ¿qué el desenlace es un disparate sin sentido? ¿qué los personajes van como pollo sin cabeza? Bueeeeno, pon más tiros y p’adelante.

Una película de pim, pam, pum. Dura tan poco que no da tiempo a aburrirse y tiene tal cantidad de tonterías autoconscientes que consiguen que el resultado no sea tan malo como otras bazofias del género.

 

Nota: 4

Nota filmaffinity. 4.9

 


sábado, 4 de octubre de 2025

Hulk - Planeta Hulk (Greg Pak, Carlo Pagulayan, Aaron Lopresti)

¿Hace cuanto que no se pasaban los cómics por aquí? Intentaré (otra vez) remediar esto un poco. Hoy traigo una propuesta de mi monstruo verde favorito.

Planeta Hulk nos sitúa a un Hulk muy traumado que llega a un planeta desconocido. Su rabia tiene un buen motivo, pues ha sido traicionado por los Vengadores, aquellos en los que confiaba y expulsado de la Tierra por el bien de la humanidad. En este nuevo planeta, es capturado por el Emperador local que, viendo su capacidad de lucha, decide convertirlo en gladiador para el disfrute de la plebe. Por estas cosas que pasan, Hulk se convertirá en el líder de una rebelión para liberar a la gente de una tiranía. Sin embargo, lo que le mueve no es el deseo de justicia, sino la rabia por la traición sufrida, saciando sus ansias de venganza con la oligarquía del planeta.

Editorialmente, este cómic se publica durante el evento de la Civil War de Marvel. Como la presencia del monstruo verde en cualquiera de los bandos desequilibraría la balanza, se decidió que lo mejor era mandarlo a pasear y que todo ocurriera mientras él “estaba fuera”. Esto otorgó a sus autores una oportunidad inusual: 12 números para hacer lo que les venga en gana en un mundo aparte, sin tener en cuenta interacciones con ningún otro personaje de la franquicia. Así que se vinieron muy arriba. Y sí. Es Gladiator, en versión Marvel. Hulk está más enfadado que Máximo, pero el planteamiento y el desarrollo es similar: tenemos nuestro héroe, una plebe que vive con miedo, un emperador medio zumbado, combates en el Coliseo (galáctico), amores imposibles, etc.

Puede que suene ha visto, pero lo más importante: este cómic mola un montón. Pone a Hulk en una situación en la que no puede limitarse a romper todo, la trama le supera y tiene, con sus limitaciones, pensar qué es lo correcto y qué cabeza debe aplastar. A medida que pasan las páginas, podemos entender los remordimientos que le carcomen por dentro, su necesidad de redención y su rebeldía ante una injusticia tan similar a la que él vive cada día. No tenemos aquí a una bestia sin cerebro, ni a una mente maestra que ha hecho las paces con su cuerpo. Banner vive dentro de Hulk, pero es consciente de que ésta no es su lucha, y las pocas veces que sale a la luz, se percibe en su timidez que lo único que desea es salir de en medio. Después de todo, aquí tenemos a un líder, a un gladiador. Una vez se “despierta”, tenemos a Máximo el Hispano, capaz de decidir el destino de un planeta a partir de su fuerza de voluntad.

Puede que el avance de la trama peque de predecible, pues se copia lo que se copia, pero no le impide tener un buen número de momentazos y diálogos bien encontrados. Así, se disfruta de una historia divertida, ingeniosa y, sobre todo, muy épica. Se hace ideal para engorilarse y ver hasta dónde puede llegar la siguiente vuelta de tuerca y cómo van a subir las apuestas una y otra vez.

El apartado gráfico corre a cuenta de Carlo Pagulayan y Aaron Lapestri (principalmente), a los que debo felicitar por su trabajo. Da vida al planeta Sakaar con las dosis de carisma que merece y, sobretodo, son capaces de transmitir la fuerza brutal con la que se mueve el protagonista. No tendremos aquí splash pages mega espectaculares, pero hay una visceralidad en la acción que encaja a la perfección con la historia que se está contando, transmitiendo la tensión y el carácter de los personajes de manera impecable. Pagulayan es sustituido en un capítulo por Gary Frank. Se nota el cambio en los lápices, pero no descoloca ni defrauda en ningún momento.

De aquella manera, pero este cómic ha sido trasladado a la gran pantalla como parte del MCU. Dentro de Thor: Ragnarok se produce la aparición inesperada de Hulk en un coliseo de gladiadores, después de un buen tiempo sin aparecer en ninguna de las películas. Lleva el mismo uniforme que en Planeta Hulk y, por las pocas cosas que se nos describen, podemos entender que argumentalmente está sucediendo lo mismo que en el cómic. No obstante, en la película el tono es de spoof movie y es Thor quien arregla todo, pero bueno. Asimismo, en la serie de Hulka también se vieron consecuencias de su estancia interplanetaria. No me gusta, pero quizás una traslación más literal hubiera sido problemática ^^


Así pues, Planeta Hulk es uno de los cómics más divertidos del personaje. Con menos trasfondo filosófico que otras historias entre el hombre y el monstruo y mucha más aventura, tenemos 400 páginas de acción, aplastamientos e historias épicas con las que molarnos a lo grande.

 

Nota: 9

Nota goodreads: 4.2/5 

viernes, 5 de septiembre de 2025

Cuatro días de enero (Jordi Sierra i Fabra)

Éste es uno de esos libros que andaba por casa y que de vez en cuando hay que acordarse de leerlos que si no se acumulan mirándote solitarios desde la estantería.

Título: Cuatro días de enero

Autor: Jordi Sierra i Fabra

“Barcelona, 1939: cuatro días antes de la ocupación franquista, un inspector republicano deberá resolver su último caso.

En pleno caos previo a la inminente entrada de los nacionales en Barcelona, el inspector Mascarell afrontará el caso de la misteriosa desaparición de una joven. Aunque todo está perdido, el inspector pretende llegar hasta el fondo del asunto, pero se topará con las altas esferas de la ciudad, que están preparando la llegada de los vencedores# Un intenso retrato de una Barcelona hambrienta, triste y aterrorizada, y una hermosa historia de amor en medio de la desolación.”

Se trata del primer libro de la larguísima saga de los casos del Inspector Mascarell, que ya tiene más de diez entregas. En él, seguimos a un inspector de policía jubilado en la Barcelona de la post-guerra civil. Éste, como si de un Colombo cualquiera se tratara, se ve implicado en casos que debe resolver a contrarreloj, siempre de un lugar a otro de la ciudad.

Y es que en este caso la ciudad se convierte en un personaje más. Mascarell tiene que pateársela de cabo a rabo infinidad de veces en sus novelas. O va en taxi, encontrándose conductores cada vez más extravagantes de los que siempre se entretiene a hacerte un informe completo cada vez que coge uno. Como alguien que se ha criado en Barcelona, me hace mucha gracia reconocer los sitios adónde va y comprobar cómo han cambiado las cosas en este puñado de años. En este caso, tenemos a una ciudad en pánico. La guerra se ha perdido y los golpistas están a días de llegar a Barcelona y tomar el poder. La gente huye con lo que puede, las ratas salen de sus escondrijos y ya nada importa en un mundo que se acaba.

No es ni mucho menos el mejor momento para investigar un asesinato – uno de tantos – pero para eso está el Inspector Mascarell. Se trata de un policía honesto - ¿el último que queda en la ciudad? – que, en un mundo que se desmorona, no puede evitar hacer otra cosa que hacer su trabajo y desentrañar un caso de asesinato. A medio camino entre su incapacidad de hacer otra cosa, servir como una muda forma de resistencia o su estúpida necesidad de hacer lo correcto, sabe que tiene un caso que resolver y eso es lo que importa. Aunque los nacionales estén a la vuelta de la esquina, él es un policía y hace lo que debe hacer la policía.

Hay varios personajes secundarios, como la mujer del Inspector, un periodista que ha decidido quedarse en la ciudad y sobrevivir como pueda, la portera del edificio… Pero es sobretodo Charo la que acapara más atención. Servirá como personaje recursivo en el futuro (ya os voy dando pistas), pero aquí se trata de una chiquilla de apenas dieciséis años a la que le han tocado malas cartas en la vida. Son malos tiempos para todos, pero sin padres, sin trabajo, una hermana pequeña a la que cuidar y una guerra a la vuelta de la esquina es más que suficiente para desmoralizar a quién fuera. Pero Charo está dispuesta a lo que sea necesario para prosperar. Siempre manteniendo su callada dignidad y lo que ella considera decencia, es muy echá’palante, metiéndose en más follones de lo que debería.

La acción se sitúa justo antes de que el ejército tome la ciudad. Así, todos los personajes se mueven con fatalismo, como una comunidad que se sabe derrotada y deambula sin rumbo, habiendo perdido cualquier objetivo en la vida. Esa desesperanza se halla reflejada con brillantez, contrastando con la callada tozudez de Mascarell, que busca resolver un último caso. Choca ante la incomprensión del resto de la gente, que no concibe como puede “perder el tiempo” ocupándose de ello cuando la guerra está perdida y bastante podrá hacer con sobrevivir una semana más. Me hace especial gracia cómo él se muestra incapaz de explicar el motivo, más allá de que “es lo que debe hacerse”.

Luego está el caso en sí, lo que sería un “simple” asesinato se vuelve una tarea contrarreloj ante la ominosa amenaza de la llegada del ejército golpista, que dará al traste con cualquier esperanza de encontrar al culpable. Se percibe la intensidad y la desesperación del inspector por el poco tiempo disponible y su búsqueda de hacer justicia, a su modo. Quizás su resolución peca de obvia, pero podemos entender que el fulcro del libro no se haya en quién lo hizo, sino en aprovechar el discurrir de Mascarell por las calles de Barcelona para describir el ambiente de la ciudad.

Esto no quita que el ritmo al que se mueva la novela es muy vivo, pasando rápidamente de un lado al otro, siempre ante sucesos que tienen interés. Así, nos invita a seguir leyendo y pasar páginas rápidamente, lo que permite acabar el libro en un suspiro.

Una novela negra ambientada en mi ciudad, con un personaje interesante, un caso a desentrañar y una amenaza inusual. Esta primera entrega me ha vendido la saga. Vendrán más aventuras del Inspector Mascarell, seguro.


Nota: 8

Nota goodreads: 3.89/5