miércoles, 30 de agosto de 2017

La la land - La ciudad de las estrellas

Desde sus recién estrenados treinta años, Damien Chazelle confirma que el éxito de su primer film, el brillante y remarcable Whiplash, era cualquier cosa menos fruto del azar. Tiene un talento desbocado ¡simplemente! En este caso se lanza con un proyecto más ambicioso, una aventura que eleva notablmentene su umbral de exigencia y confirma que el joven director no tiene miedo de nada: ni de hicar el diente a los mitos, ni de hacer temblar a sus productores (pues podemos imaginar que habrán invertido una buena cifra de ceros en este film). Al final: La la land, un título la mar de simple, como las priperas palabras de una canción ligera, un título que nos dice todo sin necesidad de traducción, dejando adivinar con cierta malicia las lueces y los fuegos artificiales de una experiencia en cinemascope y tecnicolor.

La la land es la comedia musical tal como la hubiéramos deseado soñar, es un étalon lanzado a cien kilómetros por hora sobre una pista de baile bajo las estrellas. Simplemente con ello, ya sería un ejercicio de estilo más que brillante, pero cuando el caballero que está a las riendas es un apasionado de la música, audaz y fogoso, se hace evidente que nos hayamos ante algo más que una película de género, es un compendio de todo el género de la Edad de Oro de Hollywood, transitado a galope tendido. La carrera es cautivante y el viaje digno de una ida  avuelta a la luna.

Es la historia de Mia y Sebastian… Ella es barista en una cafetería al pie de los estudios de Hollywood, mientras enlaza casting tras casting con la esperanza de obtener un gran papel. Él es pianista de Jazz, fan de Theloniys Monk, pero por el momento no tiene un duro y debe malvivir mientras espera cumplir su sueño: Abrir un restaurante donde el jazz tenga un papel preponderante y pueda deleitar a sus comensales con la música que adora. Entre ellos, tras la indiferencia inicial, saltan las chispas y luego ¡el resto es historia!

Abrazando con dedicación todos los clicés, jugando con las referencias más prestigiosas – Desde Cantando bajo la lluvia, a La alegría de vivir, pasando por Un americano en París, West Side Story o los melodramas descocados a lo Douglas Sirk, sin olvidar algunos guiños admirativos y afectuosos a los teatros de Broadway – La la land se las arregla para reinventar un poco todo. Los códigos, de los que se burla con ternura; las canciones, tradicionales pero desarrolladas con humor; los decorados, sublimes dentro de su aura de carton piedra que nunva debes tomarte en serio; y sus dos protagonistas, auténticos tópicos andantes (la joven camarera que quiere triunfar en Hollywood y el músico idealista y desmañado que aspira a heredar el arte de los más grandes) pero al mismo tiempo humanos. Incluso el argumento, muy clásico, sabe sorprender con una construcción singular (todo el desenlace es un bello hallazgo).

 Sus dos personajes intentan convertir en realidad lo imposible se quieren y se desean, se buscan y se encuentran, se agradecen y compadecen, se pelean y se reconcilian, se separan y se atormentan. Asimismo, Chazelle vuelve a insistir sobre los sacrificios a realizar para cumplir nuestros objetivos vitales. Mia y Sebastian aspiran a triunfar, pero se ven en la diatriba de tener que elegir entre la fama y el amor… y está muy claro qué prefiere el joven director. Esta insistencia sobre la magnitud del éxito y los sacrificios a realizar se  ejemplifica en el mágico desenlace en que ambos protagonistas se ven atacados por la nostalgia más peligrosa (la de lo que nunca fue…) y se dedican una sonrisa que te hace enamorar y sufrir al mismo tiempo.  Dos película de Chazelle, y dos finales que se te clavan en el alma.


Y ELLA. Emma Stone es pura dinamita y ligereza, es genialidad travestida de una naturalidad insultante. Hace parecer sencillo y sincero el artificio del musical. Desborda belleza y seducción mientras sufre y goza como la más real de las personas. Oscar merecidísimo  para una actuación que grita talento por los cuatro costados. Y ÉL. Ryan Gosling es el mayor lunar de la película. En ningún momento dudaré de su implicación o su entrega con el papel. Está claro que lo da todo. Sin embargo, ya sea por no ser capaz de dar más que una notable corrección entre tanto virtuosismo, el propio hecho de no ser cantante o bailarín, o la manía que le tiene la gente, sin hacerlo mal, no acaba de llenar tanto la pantalla como debería. Me sorprendió su nominación a los Oscar en la categoría, probablemente contagiado por la genialidad del proyecto.

Y LOS ÁNGELES. La ciudad de los sueños, el tercer personaje de la película. Cada plano, cada secuencia, es una declaración en público de la devoción por la ciudad de Los Ángeles. El propio título de la película ya nos da una pista de este poema hecho celuloide en honor a este lugar. Todo gira en torno a este ente poderoso que se convierte en el gran protagonista durante cada minuto del metraje. La fotografía cambia de estilo a cada escena, dependiendo de la ubicación o del momento, pero siempre retratando la ciudad con una belleza fascinante, con esa materia de la que están hechos los sueños (seguro que no es tan bonita en verdad).

A pesar de su exultante belleza, La la land es una película que parece causar cierta controversia en el público. Muchos dicen que está sobrevalorada. Sin embargo, a mi alrededor diría que está completamente subvalorada. Me explico. En un primer momento, muchos espectadores se dejaron llevar por el entusiasmo y la pusieron por las nubes. Su calidad es innegable, pero eso provocó un aumento de las expectativas, especialmente de aquellos que no quieren dejarse maravillar. ¿Resultado? Un montón de gente (la más ruidosa a mi alrededor) poniéndola a caer de un burro. Cuando de mala no tiene nada. Pocas películas son capaces de llenarte de tanto buen rollito mientras te destroza por dentro.

Se trata de algo más que un homenaje, se trata de una afirmación de principios. La la land es un torrente de alegre ligereza lleno de belleza, color y ritmo que te toma por la cintura y te manda a bailar sin parar durante dos horas. Qué película más bien hecha. Eso sin duda. Puede gustar más o menos, puedes entrar en el juego o tu mochila puede mandar a tomarte viento. Te puede caer mal Ryan Gosling, pero vaya si está bien hecha. Un musical como hacía tiempo que no veía.

Nota:
8
Nota filmaffinity: 7.6

No voy a entrar del choteo de los Oscars y el esperpento que fue la entrega de premios, que eso ya lo sabe todo el mundo…

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